Erase un maestro, a su vez un hombre
de frente vasta como su intelecto,
casi un semidiós.
Ungida en su pecho una patria,
fusiles en sus huesos endebles.
Habló de mariposas, y puso a soñar a los despiertos.
De niños, y se abrió el mundo a los que saben querer.
De libertad, y cayó América a sus pies.
De hombres, y la tierra se llenó de árboles,
y se hicieron muchos libros.
Un varón que escribía con semen o Ginebra,
en Guatemala, Cuba o la Florida.
El que llevo hondo por derecho,
el orgullo de venir de donde vengo,
y de esta vigencia que no te deja descansar…
Al hijo de Leonor, a ti, forever, Maestro.