Podría hablarte de muchas cosas,
cuando realmente quiero
dejar mis manos en la cima de un árbol,
donde no alcancen a tocarte.
Ser las nanas melódicas
de los niños que no tenemos,
y que se retuercen en tus ansias.
Correr con los pies largos y ciegos del deseo,
pero correr a donde pase frío,
no para recordar la tibieza
de tus labios en mi pecho,
sino para maldecirte
por dejarlo marchitarse.
Podría hablarte ahora
de todas las que soy aún siendo una,
porque una se agita y se hace grande
como ola que se enfrenta
a tus miserias rocosas,
y las desvanece como la sal.
Quisiera batirme a duelo con tu egoísmo.
Un duelo a muerte donde sobreviva el más amado,
Aunque yo cave un hueco en mi silencio.
Debería ahora, que encuentro tu mirada,
sollozar, palidecer o anudar la mía,
porque es ahí, donde se seca el árbol,
desafinan las nanas, el deseo se ancla
y mis pezones te señalan y te culpan
de esta maldita sed.
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